Inventamos la soledad.
Nadie sabe de nadie.
Malditas vidas encarceladas
en una retama de cristales opacos.
Los ojos entornados de irrealidad.
Rodeando los labios
siluetas de humo.
En el interior
afiladas espinas contra el paladar.
Qué incómodos los sentidos
magullados
heridos
con odio refulgente
tanta gente hacinada.
Despojados de la vida
volvemos a decirnos
lo inclemente de la nada
y las mentiras
que ha desnudado el tiempo.
Inventamos la soledad.
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